Por: Luis Eduardo Forero Medina
El 12 de diciembre de 2020 se cumplen cinco años de la firma del Acuerdo de París, el tratado internacional en la historia que más países han firmado en un solo día, que fijó como meta mantener la temperatura por debajo de los 2ºC y estabilizarla en 1,5ºC; patrones que han fracasado y puesto de relieve que ningún rincón del mundo es ajeno al cambio climático, peor que el coronavirus, que mientras este no era esperado, de aquel se viene hablando hace más de medio siglo como un desafío no solo “ para la civilización humana, sino para las civilizaciones de otros planetas”.
“Es difícil saber por dónde empezar a escribir sobre cambio climático, ya que afecta prácticamente a todos los aspectos de la vida humana en el planeta y a todos los niveles”, señala el climatólogo Peter Kalmus. En el debate se señala que el planeta está en un punto clave para su futuro porque sube el nivel del mar, se derrite el Ártico, mueren los arrecifes de coral, se acidifican los océanos; se derriten los más grandes glaciares de Groenlandia y Antártida; la temperatura del océano llegó a un nivel récord, el equivalente a unas cinco bombas de Hiroshima por segundo; el fuego donde era extremadamente raro como en algunas partes del Ártico, Hefestos brilló. El planeta tiene una fiebre alta; por doquier se presentan sequías, tifones, huracanes; los boletines de prensa dan cuenta de alteraciones climáticas todos los días, devastadores incendios forestales e inundaciones jamás vistas. Al fenómeno calificado como “un problema endiablado para la humanidad”, “calentamiento global”, “crisis climática”, “colapso climático”, “aprieto natural”, afecta desde las cimas de las montañas hasta las profundidades de los océanos. En el 2019, el segundo año más cálido registrado después de 2016, el calentamiento global perturbó la salud, la comida y el hogar de millones de personas en el mundo. En la salud, el cambio climático hace estragos en Colombia, Brasil, México y Nicaragua, que padecen epidemias de dengue; en la agricultura, el Corredor Seco de Centroamérica, particularmente Guatemala, Honduras y El Salvador pierden la mayoría de los cultivos; en Argentina y Uruguay los incendios son el pan de cada día, y en el Caribe, los imprevistos y mortales huracanes. No solo provoca la huida de la población más vulnerable, esa crisis “aumentará el hambre y la malnutrición, empeorará las condiciones de vida de agricultores, pescadores y quienes viven de los bosques, y en condiciones de inseguridad alimentaria”, indica la FAO (La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura). El Banco Mundial estima que, si no se toman medidas, más de 140 millones de personas en África Subsahariana, América Latina y Asia Meridional se verán obligadas a emigrar dentro de sus regiones para 2050. La ONU, coloquialmente sugiere que si no se le para bolas a la cuestión, veremos con nuestros propios ojos cómo barrios enteros de Nueva York, Shanghái, Abu Dhabi, Osaka, Río de Janeiro y muchas otras ciudades acaban bajo el agua, desplazando a millones de personas.
Es la perniciosa amenaza que representa el cambio climático. António Guterres, el secretario general de la ONU, propone “revertir el curso actual del planeta”. No tenemos tiempo que perder, se le dice a la humanidad desde los más autorizados foros internacionales; para que no digan después que “no nos han avisado del cambio climático”. Se habla que nos encontramos en un momento decisivo y de nuestra incapacidad para afrontar la emergencia climática; de la indiferencia de los gobiernos en abordar un problema que se conservará por muchas décadas. Sin embargo, para esa Organización, aunque “estamos perdiendo la carrera de la emergencia climática; no obstante, podemos ganarla”.
Las soluciones al cambio climático han sido concebidas para recorrer un camino de otro quinquenio, que se expondrá el próximo 12 de diciembre por los grandes líderes. Las medidas tienen que ver con el ingreso al stand de la ciencia, al de la tecnología; al de la creatividad: estableciendo nuevos trabajos decentes; dejando que se hundan las industrias contaminantes; suprimiendo subsidios a los combustibles fósiles (carbón, gas, petróleo) ; fomentando vehículos eléctricos; auspiciando más la energía nuclear; haciendo que lleguen formas de energía asequibles, confiables, convenientes, eficientes, limpias y seguras a más de la mitad de la población mundial que aún carece de ellas; favoreciendo el manejo sostenible de la ganadería e incluyendo en las agendas de las naciones los riesgos climáticos. Sobre todo, acudiendo al sentido común de cada uno de los 7.700 millones de habitantes para que contaminemos menos, máxime cuando “hay pruebas abrumadoras de que los seres humanos están afectando al clima mundial y destaca una amplia variedad de consecuencias para la salud humana”. Por supuesto en esta lucha es indispensable la ayuda económica a los países en desarrollo, que tienen embolatados a los más pobres más de 100.000 millones de dólares para su lucha contra esa calamidad mundial, que conlleva a que más personas pasen a los últimos puestos de la fila. Colombia es el tercer país del mundo más vulnerable frente al cambio climático, afirma la ONU. “Nuestra única expectativa es la acción”, expresó el primer ministro de Fiji, un país del Pacífico sur.
@luforero4