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Papa Francisco pide que las restricciones por Covid-19 sirvan para una Navidad menos consumista

Foto Vatican News
–Durante su catequesis semanal por videoconferencia, el Papa Francisco deseó este miércoles que las restricciones y dificultades debido a la pandemia del Covid-19 puedan servir para descubrir una Navidad más auténtica y menos consumista.

En la biblioteca del palacio apostólico donde se están celebrando sin fieles las audiencias debido a la pandemia, el papa invitó a celebrar la “Navidad, la real, es decir, el nacimiento de Jesucristo”.

Al efecto, el Pontífice expresó:

“En este año de restricciones e inconveniencias pensemos en la Navidad de la Virgen María y San José: ¡no fueron fáciles! ¡Cuántas dificultades! ¡Cuántas preocupaciones! Sin embargo, la fe, la esperanza y el amor los han guiado y incurrido. ¡Que sea así también para nosotros”.

El papa además animó a rezar por los demás “incluso por aquellos que nos hacen mal”.

Y deseó que estas dificultades debido al coronavirus ayuden a “purificar un poco la manera de vivir la Navidad, de festejar, saliendo del consumismo, y que sean más religiosas, más auténticas y más verdaderas”. La video catequesis de la biblioteca papal está reemplazando las reuniones semanales con peregrinos durante la pandemia..

Durante la Audiencia General, Francisco destacó la importancia de la oración, y de los que rezan, para extender la Misericordia divina por el mundo.

“El orante es la antena de Dios en este mundo”, aseguró el Papa.

Dijo que “quien reza no deja nunca el mundo a sus espaldas” y advirtió que la oración es un acto de Misericordia hacia uno mismo y hacia los demás, porque “si la oración no recoge las alegrías y los dolores, las esperanzas y las angustias de la humanidad, se convierte en una actividad decorativa, una actitud superficial, de teatro, una actitud intimista”.

El Papa destacó que la oración es una necesidad del creyente, “todos necesitamos interioridad: retirarnos en un espacio y en un tiempo dedicado a nuestra relación con Dios”.

Ese retirarse, esa vida interior “no quiere decir evadirse de la realidad”. “Los hombres y las mujeres de oración buscan la soledad y el silencio, no para no ser molestados, sino para escuchar mejor la voz de Dios”.

Señaló que “en la oración nuestra voz y nuestro corazón se hacen corazón y voz de muchas personas que no saben rezar, o no rezan, o no quieren rezar, o están imposibilitados de rezar, y nosotros somos el corazón y la voz de esta gente que sube a Jesús, que sube al Padre”.

De hecho, “el orante reza por el mundo entero llevando sobre sus hombros dolores y pecados. Reza por todos y por cada uno: es como si fuera una ‘antena’ de Dios en este mundo. En cada pobre que llama a la puerta, en cada persona que ha perdido el sentido de las cosas, quien reza ve el rostro de Cristo”.

“Cuando rezamos”, continuó el Santo Padre, “estamos en sintonía con la Misericordia de Dios”. Asimismo, explicó que para que la oración sea sincera debe tener espíritu, un espíritu sustentado en el amor, porque “quien no ama al hermano no reza seriamente. La oración sólo se da en espíritu de amor. Quien no ama finge que reza, o cree que reza, pero no reza, porque le falta precisamente el espíritu, que es el amor”.

“Cuando un creyente, movido por el Espíritu Santo, reza por los pecadores, no hace selecciones, no emite juicios de condena: reza por todos. Y reza también por sí mismo. En ese momento sabe que no es demasiado diferente de las personas por las que reza.

El Papa Francisco insistió en que “el mundo va adelante gracias a esta cadena de orantes que interceden, y que son en su mayoría desconocidos… ¡pero no para Dios! Hay muchos cristianos desconocidos que, en tiempo de persecución, han sabido repetir las palabras de nuestro Señor: ‘Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen’”.

Recordó que “la Iglesia, en todos sus miembros, tiene la misión de practicar la oración de intercesión. En particular tiene el deber quien está en un rol de responsabilidad: padres, educadores, ministros ordenados, superiores de comunidad…”.

Por último, explicó “todos somos hojas del mismo árbol: cada desprendimiento nos recuerda la gran piedad que debemos nutrir, en la oración, los unos por los otros. Recemos los unos por los otros. Nos hará bien a nosotros y hará bien a los demás”. (Con información de Aciprensa y DW).