Personalizar preferencias de consentimiento

Utilizamos cookies para ayudarte a navegar de manera eficiente y realizar ciertas funciones. Encontrarás información detallada sobre todas las cookies en cada categoría de consentimiento a continuación.

Las cookies que se clasifican como "Necesarias" se almacenan en tu navegador, ya que son esenciales para habilitar las funcionalidades básicas del sitio.... 

Always Active

Necessary cookies are required to enable the basic features of this site, such as providing secure log-in or adjusting your consent preferences. These cookies do not store any personally identifiable data.

No cookies to display.

Functional cookies help perform certain functionalities like sharing the content of the website on social media platforms, collecting feedback, and other third-party features.

No cookies to display.

Analytical cookies are used to understand how visitors interact with the website. These cookies help provide information on metrics such as the number of visitors, bounce rate, traffic source, etc.

No cookies to display.

Performance cookies are used to understand and analyze the key performance indexes of the website which helps in delivering a better user experience for the visitors.

No cookies to display.

Advertisement cookies are used to provide visitors with customized advertisements based on the pages you visited previously and to analyze the effectiveness of the ad campaigns.

No cookies to display.

Opinión

EL MIEDO, EL MIEDO, EL MIEDO

Por: Diego Calle Pérez.
Un historiador francés en uno de sus tantos libros publicados, explica cómo el hombre medieval estaba dominado por cinco tipos de miedo: miedo a la miseria, miedo al otro, miedo a las epidemias, miedo a la violencia y miedo al más allá (la muerte).

Tal parece que los miedos del medioevo siguen instalados en nuestra herencia cultural y social porque sus síntomas se agudizan con cada nueva estadística acerca del aumento de desempleados sin esperanza, del amplio catálogo de modalidades del crimen organizado, del inventario de enfermedades sin remedio (SIDA) y del apogeo de religiones y sectas que prometen salvación a cambio de diezmos. Pero, sobre todo, los síntomas del miedo se agudizan por ese temor al otro que nos impide convivir mejor.

La convivencia se fue complicando a medida que fueron avanzando con más poder los que arrasaban con caseríos y poblaciones. Un bando, otros bandos, todos juntos fueron inoculando miedo, mucho miedo, miedo de verdad. Las campañas locales que crean miedo, miedo, miedo. Las campañas electorales, que confunden al ciudadano común y corriente con ese miedo, a perder lo que ni siquiera ha tenido. Las campañas presidenciales que se fundieron a través de miedos, de esos miedos, de aquellos miedos, que se fueron instalando en nuestra memoria, sin temor y con miedo a lo que no se nombra.

El miedo, hace conspirar, contra el mismo miedo, ese miedo a verse envuelto en miedos, ese miedo de no tener con que atacar el propio miedo. Se van presentando candidatos a la elección popular y surgen miedos a botar miedo por votar por otro igual o peor, no se sabe, el miedo hace, no votar, si vota, vota con ese miedo, hasta de quién se entere por quién vota y va uno a ver y con lista en mano, hacen cuenta de quienes votan en la mesa. Cualquiera piensa, el voto no es secreto.

Pero hay otro tipo de miedo, el que paraliza, el que nos hace retraernos y nos impide reaccionar para superar sus causas. Este otro miedo es el que puede ser manipulado para dominar a otros. A nivel colectivo, los poderes fácticos que gobiernan nuestra sociedad utilizan el miedo para someter a los individuos y mantenerlos en un estado de bloqueo que limite su acción y sus criterios. En la historia de la humanidad, la utilización política y religiosa del miedo está bien documentada. Ese miedo colectivo nos mueve a actuar de manera condicionada o a aceptar situaciones impuestas por temor a rechazarlas ¿Quién nos inculcó el popular “ni modo”? Quien lo haya hecho consiguió la perpetuación de la desigualdad, la injusticia y la falta de solidaridad ante el temor mezquino de que si actuamos las cosas podrían empeorar para nosotros. El miedo, el miedo, el miedo.