Para Elmira Ramos fue «lo máximo» poder volcar el dolor vivido en la guerra a través de un poema, como una forma de sanar con la que ha participado en «Desamadas», una exposición en Bogotá en la que han participado ella y otras 34 víctimas de violencia sexual en el conflicto colombiano.
«Es liberador» todo el proceso artístico, afirma Ramos, una víctima conocida como «Linda Mur» en el Huila, y que con lágrimas en los ojos y bastante conmovida asegura: «esto no se lo deseo a ninguno».
«Linda Mur» es una referencia a un «ave fénix» que renació de las cenizas, que es lo que hizo ella después de lo que sufrió en el conflicto, de lo que prefiere no hablar y enfocarse en el proceso de sanación.
Ha participado en este acto restaurativo que esta semana tiene lugar en el espacio de Fragmentos, en el centro de Bogotá, y que para ella es una ayuda para «liberarse de esa carga», una forma de que a «las heridas que tienen ´limón o sal´ se les vaya quitando ese ardor» en «un proceso de liberación, de sanar», asegura a la melodía ambiental del violonchelo.
En «Desamadas», las 35 víctimas de violencia sexual sanan «un poco» sus tragedias con acciones de reparación simbólica, como la escritura y, más concretamente, con un poema que entre todas han escrito con la ayuda de la artista colombiana Doris Salcedo.
Estos relatos que están plasmados y escritos a puño en las paredes del espacio busca «contar de forma linda, las atrocidades que han vivido», explica el director de la Unidad de investigación y Acusación (UIA) de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), Giovanni Álvarez.
Álvarez, asegura que siente «satisfacción» por este fruto de cinco años de trabajo y quiere «lograr que las víctimas que han sufrido a lo largo del conflicto (…) crean en la justicia, crean en este nueva justicia transicional que hay», y de la que forma parte la JEP.
El director de la UIA quiere que sea un impulso para otras víctimas, para «que levanten la voz para que el resto de los colombianos y el mundo entero sepa lo que les ocurrió, y entiendan que entre todos podemos reconstruir esta sociedad herida a lo largo de más de 60 años de conflicto».
Mónica, quien fue víctima no solo de violencia sexual sino de reclutamiento forzado por la guerrilla de las FARC cuando era una niña de 9 años relata a EFE que se «viven cosas espantosas, demasiado espantosas». Ella siente que se ha sanado de algunas cosas, pero no de todas porque en el camino perdió a su familia y es consciente de que jamás volverá a estar con ella.
Mónica no dejó de sufrir abusos mientras estaba en la selva hasta que a los 17 años escapó y tuvo que salir adelante sin el apoyo de nadie. No fue hasta hace poco que el Estado llegó a ayudar en su reparación: «queremos que nos escuchen, que se den cuenta que existimos», reclama.
«Estoy liberando mi carga», alega con un gran suspiro y agrega que aún le quedan cosas por sanar; el conflicto la afectó mucho, tanto, que su mayor miedo es que sus hijos vivan algo parecido.
ESTIGMATIZACIÓN
Hay muchas mujeres que no quieren hablar por el temor de «decir fui víctima», asevera Jenny, quien es de Tuluá, en el departamento del Valle del Cauca (suroeste). En ese territorio no importaba que grupo o actor armado estuviera, todos usaban la violencia sexual por igual, detalla.
«Se manejan unos estereotipos terribles donde la mujer es prácticamente la mala, la que lo buscó la que lo hizo, por algo fue que le paso», asegura Elmira Ramos y añade que las mujeres y sus cuerpos son usados en el conflicto como «botines de guerra» y sinónimo de poder.
Mónica enfatiza en el «rechazo» por haber estado en el conflicto y quiere que no las traten como «cosas» sino como «una persona que sobrevivió». Ella se atrevió a hablar después de 20 años y sabe que sacar a la luz su caso es la mejor forma de evitar ese rechazo y de rescatar a los niños que están sufriendo en la guerra.
La violencia sexual se convierte en algo universal en la mayoría de conflictos mundiales: «Ser víctima no es fácil, pienso que es el estigma así como en Kosovo (…) muchas veces no nos sentimos apoyadas», alega Shyrete Sulimani.
Ella fue víctima de violencia sexual en la guerra de Kosovo y fue invitada por la JEP, junto a otras víctimas de distintas partes del mundo para mostrarles las herramientas de reparación simbólica que se están implementando en Colombia.
«La sociedad necesita ayudar a los sobrevivientes», concluye Sulimani. EFE