Tras la renuncia del Consejo Nacional electoral y la inhabilitación política por 15 años de la principal candidata opositora, María Corina Machado, la situación política y social en Venezuela permanece estancada, aunque por otra vía se siguen produciendo contactos al más alto nivel para tratar de destrabar la situación.
El presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela y mano derecha de Nicolás Maduro, Jorge Rodríguez, se reunió hace tres semanas en Doha, la capital de Qatar, con Juan González, asesor de Joe Biden, según fuentes oficiales. El encuentro se llevó a cabo sin presencia de mediadores ni terceros actores.
Qatar fue ganando un protagonismo inesperado en la mediación entre la Casa Blanca y el gobierno chavista. Además de acoger esta reunión, hizo gestiones para interceder entre los dos países, que apenas se han acercado en los últimos meses. Pese a la urgencia de organizar en Venezuela unas elecciones con garantías en 2024 -algo que parece más lejano tras la inhabilitación de Machado-, la frialdad es absoluta. La monarquía encabezada por la familia Al-Thani ocupa el espacio que dejó Colombia, que pasó de implicarse al máximo durante los primeros meses de gobierno de Gustavo Petro a apartar el tema de sus prioridades en política exterior.
Rodríguez y González, asesor para el hemisferio occidental en el Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, se reunieron para establecer un canal directo de comunicación, de acuerdo con estas mismas fuentes.
En el encuentro hablaron de liberación de presos y de la necesidad de normalizar la vida política en Venezuela, algo que a día de hoy parece muy lejano. Este tipo de encuentros al más alto nivel son habituales en procesos tan enquistados y complejos como el de Venezuela y su relación con Estados Unidos, pero se mantienen en secreto para que nadie pueda interferir en el diálogo. Ni Rodríguez ni González, consultados por este periódico, hicieron comentarios al respecto.
Sin fecha para las elecciones
Las posturas entre Estados Unidos y Venezuela están muy alejadas. Maduro no puso una fecha para celebrar las elecciones generales en las que, en teoría, debería haber un candidato opositor que pudiera disputarle la presidencia. Pero la renuncia del Consejo Nacional Electoral (CNE) -además de la inhabilitación de Machado- dificulta también la celebración de las primarias de la oposición. Además, Caracas exige la liberación de Alex Saab, el empresario colombiano aliado de Maduro juzgado en Estados Unidos por lavado de dinero y corrupción y a quien el chavismo considera un diplomático venezolano. La Casa Blanca ha interpretado estos gestos como un desafío del chavismo y una muestra clara de que no cede pese a la presión internacional, que le exige una democratización del país.
El argumento de Maduro para mantener una posición férrea es que Estados Unidos no ha levantado las sanciones internacionales que pesan sobre su gobierno. El chavismo achaca a estos castigos la profunda crisis económica que vive el país desde hace siete años. “Si quieren elecciones libres, queremos elecciones libres de sanciones”, dijo el presidente en noviembre. La afirmación no deja lugar a segundas interpretaciones. El chavismo también culpa a Biden de no liberar los fondos venezolanos congelados en el extranjero -entre 3000 y 5000 millones de dólares-, como habían acordado con la oposición en la mesa de diálogo de México a finales del año pasado. Ese dinero, manejado por un fideicomiso de la ONU, suponía un balón de oxígeno en la grave crisis venezolana.
Sin embargo, Washington considera que Maduro, después de mostrar buena voluntad para negociar, se muestra de repente inmóvil. Otros países tienen la misma opinión. El presidente francés, Emmanuel Macron, y el propio Petro le habían pedido que concretara una fecha para las elecciones para ir acercando posturas, pero no lo ha hecho y no parece que lo vaya a hacer en el corto plazo. Washington le concedió una licencia a la petrolera Chevron para que operara en suelo venezolano, lo que parecía una mano tendida. Desde ese momento los más optimistas creían que las concesiones de uno y otro lado se iban a suceder, pero la realidad es que no ha sido así. No se ha avanzado nada en el último semestre.
Maduro no tiene ninguna intención de ceder terreno ni de facilitar ningún camino. En los últimos meses, ha recuperado autoridad interna y fuero diplomático. Después de años sin salir del país, se ha dejado ver en algunas cumbres internacionales y regionales. La situación económica superó el pésimo momento vivido hace dos años gracias a los ingresos del petróleo y a cierta liberalización de la economía, aunque aún es un crecimiento al alcance de muy pocos. Con todo ello, el presidente ha endurecido sus exigencias en el marco de la negociación política con la oposición.
El panorama no es nada halagüeño. Las conversaciones con la oposición en México están paralizadas desde noviembre y el chavismo se niega a volver a la mesa. Ahora, Maduro exige el levantamiento pleno y no progresivo de las sanciones, como se había acordado, para reiniciar el diálogo. Con ese cisma difícil de resolver, ambas partes se encontraron en Qatar, un lugar insospechado. La reunión secreta, que ahora trasciende, supone tender un puente, aunque sea mínimo, entre dos actores que no se tienen ninguna confianza. Los resultados están por verse.