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La polémica anual sobre la conmemoración del 12 de octubre en Colombia: Día de la Raza, Día de la Resistencia Indígena, Día de la Hispanidad y la Diversidad Cultural, o Encuentro de Dos Mundos

–(Así cayó Colón en Barranquilla). “No hubo descubrimiento. Los seres humanos en América ya se conocían desde hacía decenas de miles de años. El que decsonozca está realidad que vaya a Chibiriquete, San José del Guaviare, Colombia, donde está la capilla sixtina de la prehistoria. Unos veinte mil años de enormes y bellos murales de una cultura que nacía”.

Estas precisiones las hizo el presidente Gustavo Petro, a propósito de la fecha del 12 de octubre, que antaño se celebraba como el descubrimiento del nuevo mundo, pero que hoy en Colombia hace parte de la agenda social, política y cultural como el “Día de la Raza”, una conmemoración que se remonta al año 1913 cuando Faustino Rodríguez-San Pedro, entonces presidente de la Unión Ibero-Americana, decretó esa fecha como la “Fiesta de la Raza” para celebrarla en España e Iberoamérica, institucionalizada a partir de 1915.

El 12 de octubre es una fecha histórica que ha merecido varias lecturas para resignificar los acontecimientos de 1492 con la llegada de Cristóbal Colón al continente americano. Diferentes países le han dado un giro a la conmemoración en aras de reivindicar a los pueblos originarios y los diferentes grupos étnicos en los territorios, pues se consideraba la fecha del 12 de octubre asociada a la aciaga época de la conquista y la colonia, marcadas por esclavitud y el genocidio

En el año 2021, el Ministerio de Cultura de Colombia anunció que el Día de la Raza pasaba a llamarse Día de la Diversidad Étnica y Cultural para destacar la diversidad étnica presente en el territorio nacional. Este cambio pasó por legislación nacional y se argumentó en que el concepto de raza se usaba para clasificar a los seres humanos generando falsas jerarquías y/o superioridades en diversos contextos sociales.

Por su parte, países como Argentina, Venezuela, México, Nicaragua y Chile hablan de conmemoraciones encaminadas hacia el Día de la Resistencia Indígena, Día de la Hispanidad, Día de la Diversidad Cultural, Día del Encuentro de Dos Mundos o el Día Pluricultural.

En Colombia, y otros países de la región, Cristobal Colón, quien fuera considerado un héroe, cayó, atacado como un conquistador genocida. En todo el continente americano, las estatuas del navegante fueron vandalizadas, destruidas o derribadas. La última, en Barranquilla, en el caribe colombiano. Amarrada y tirada con sogas, cayó al suelo en medio de los vítores de los manifestantes de las protestas que comenzaron el 28 de abril en el país, en rechazo a la reforma tributaria.

Ya en 1992, ante los festejos organizados por los europeos por los cinco siglos de la llegada de Colón a América, surgieron protestas, recuerda el historiador Stefan Rinke, director del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Libre de Berlín.

“Hubo muchas actividades de política simbólica, incluida la destrucción de monumentos de Colón, para mostrar que la gente no quiere creer más en la versión tradicional de la historia del gran descubridor que abrió un nuevo mundo para Europa, sin pensar en las víctimas que provocó este proceso histórico”, indica. Esta postura crítica “tiene muchas facetas, porque al discurso global ahora se añaden también las discusiones sobre racismo, poscolonialismo y la devolución de objetos robados desde las colonias”, señala Rinke.

Tras ser glorificado por tantos siglos como un símbolo de la superioridad europea, hoy ocurre lo contrario. “El Colón que vemos es el que inventaron mucho tiempo después. Una versión de la historia que tiene como protagonistas a los varones descendientes de los conquistadores, de las clases letradas y aristocráticas. No hay mujeres, ni niños, ni soldados; están invisibilizados. Son los jefes los que recordamos y a Colon le tocó ser el ícono de la opresión. Esa estatua que la gente vandaliza no es el Colón real, sino el símbolo de algo”, subraya Silvia Tieffemberg, quien es codirectora del Programa Interdisciplinario de Estudios Coloniales.

En opinión de Tieffemberg hay que mirar al hombre en su contexto y su tiempo: “Era un marino, un personaje medieval, que no descubrió América, sino que iba buscando rutas comerciales a Oriente y llegó a un lugar diferente, que lo maravilló”. Si hubiera que agredir a alguien, hay otros más indicados, agrega. “Hay personajes nefastos, como los que hacen la conquista del Perú con la idea de saqueo y de robo, pero esa no era la idea de Colón, como se lee en los textos de la época”. Tampoco sería acertado responsabilizar a Colón de todos los crímenes y desarrollos negativos de los últimos 500 años. “Colón es un hijo de su época, un símbolo de la aventura hacia nuevos mundos, que marca el comienzo del período de globalización que vivimos hoy. El proceso posterior ha tenido muchas víctimas y problemas, se cometieron muchos crímenes, pero sería una falta reducir toda la historia latinoamericana a esa llegada de los europeos”, añade Rinke.

La conquista española, para algunos, sigue siendo un hito histórico, la evangelización y la “herencia civilizatoria” del idioma y la cultura. Para otros, la invasión y el saqueo, que dieron forma a las desigualdades y el racismo hoy persistentes en la región.

Ya sea en torno a la postura del recien saliente presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador (AMLO), quien exigió a la monarquía española pedir perdón por los abusos cometidos contra los pueblos indígenas, y que la nueva mandataria Claudia Sheinbaum Pardo ratificó, tras asumir el poder, o alrededor de los derribos de estatuas de Cristóbal Colón, la discusión está tan presente en la política y en la academia, como en la sociedad.

El libro “La invasión de América: una historia de violencia y destrucción”, de Antonio Espino, ha vuelto a poner el tema en el tapete. En su investigación, Espino documenta y describe las prácticas especialmente crueles que usaron los españoles para dominar a los indígenas: abusos sexuales, torturas, amputaciones, empalamientos, masacres y asesinatos a cargo de perros de combate que despedazaban los cuerpos.

“En España, la conquista de América se ve como un hito histórico, pero en realidad fue una brutal y sangrienta invasión que debería generar vergüenza”, señaló Espina, catedrático de Historia Moderna de la Universidad Autónoma de Barcelona, en una entrevista con BBC.

En la vereda opuesta, está la historiadora y escritora superventas española Elvira Roca, quien postula que la conquista no fue particularmente cruel y que no es posible culpar a un estado actual por hechos del pasado. Sus críticos la acusan de promover una campaña de blanqueamiento.

“Me parece un saludable debate abierto”, dijo a DW Pedro Cayuqueo, periodista y escritor mapuche chileno, sobre las contrapuestas visiones y análisis de este período. “Yo recomiendo leer tanto al historiador español Antonio Espino López, quien en su libro ‘La invasión de América: una historia de violencia y destrucción’ da cuenta de las atrocidades cometidas por los españoles, como a Elvira Roca y su polémico ensayo ‘Imperiofobia y leyenda negra’. Ambas miradas, antagónicas en apariencia, contribuyen sin duda al esclarecimiento de nuestro pasado histórico”, asegura el autor de “Historia secreta Mapuche” y “The Wallmapu”.

¿Qué avances hay en la forma en que España ve este período de su historia? Cayuqueo considera que “hay avances respecto de 1892, cuando todo el continente celebró la conquista europea en América, el triunfo de la civilización frente a la ‘barbarie’. Y también respecto de 1992, cuando el V Centenario se celebró como el ‘encuentro de dos mundos’. Este último hito marca un viraje interesante en la mirada de muchos historiadores hispanos y americanistas respecto de la conquista de América, una mirada más revisionista y menos sesgada”.

En su opinión, insiste, se trata de “un debate abierto, sobre todo hoy, cuando —desde posiciones hispanistas y políticamente conservadoras— se plantea retroceder a la glorificación de la conquista europea, tal como sucedió para el IV Centenario, en 1892. Lo ideal sería avanzar, no retroceder”.

“Hace mucho que hay revisiones de la conquista. Ningún historiador serio hoy habla de la heroica conquista con las banderas al viento. Saben que, en América, entraron pequeñas tropas de empresarios conquistadores que pasaron a sangre y fuego a los indígenas. Fue una conquista violenta, como todas. Implicó saqueo y explotaciones. Nadie discute esas tremendas sombras que tiene la conquista. Después, la colonización también tuvo luces y elementos positivos”, señala a DW, por su parte, Pablo Pérez-Mallaina, catedrático de historia de América de la Universidad de Sevilla.

“A diferencia de lo que se vio en el mundo anglosajón, los españoles no tuvieron la intención de exterminar a los indígenas, pues los necesitaban para el trabajo, y sí los explotaron económicamente, pero también se mezclaron con ellos, tuvieron hijos y se casaron con indígenas”, matiza este historiador español.

Para Pérez-Mallaina, las declaraciones de AMLO exigiendo que España pida perdón son una muestra de “populismo para quitar la vista de los problemas reales que hoy tienen muchos países latinoamericanos”. El historiador sostiene que “algunos de los más terribles conquistadores del mundo eran indígenas americanos, como los incas o los propios aztecas, que invadían los territorios vecinos y asesinaban a muchos. Por eso, precisamente los españoles fueron apoyados por los tlaxcaltecas, que odiaban a muerte a los aztecas”, subraya.

“Una conquista es siempre brutal, pero tampoco han pedido perdón los vikingos por las masacres”, dice Pérez-Mallaina. Como no pocos españoles, estima que esperar ese gesto de España “es impensable y además injusto. En un país democrático uno no es responsable de lo que hace su padre. Menos de algo que pasó hace 500 años y lo más probable es que lo hicieran los antepasados de los latinoamericanos”.

Pedro Cayuqueo lo ve de otra manera: “Sería un valioso acto de reparación histórica. España, hasta donde sé, sigue promoviendo en su sistema educativo una imagen imperial maravillosa, herencia de la dictadura franquista. En ese relato histórico, España llevó a América la civilización, la cultura, la lengua, la religión, la tecnología y la libertad, cosa cuando menos curiosa, porque América ya tenía cultura, lengua, religión, tecnología y sistemas de Gobierno de diverso tipo, algunos despóticos y otros profundamente democráticos, antes que el concepto existiera en Europa. Los mapuche, pueblo que derrotó a los españoles en el sur de Chile y cuyo territorio es considerado el cementerio español en América, somos un ejemplo de esto último”, sostiene.

El escritor mapuche chileno asegura que “siempre es valioso revisitar la historia, debatir sobre ella, especialmente en sociedades que fueron protagonistas de empresas colonialistas imperiales y a escala global. Y no se trata de juzgar con ojos de hoy lo que sucedió hace quinientos años, se trata de aprender del pasado, sacar lecciones y construir, como sociedades, un mejor futuro. Nuestro único deber con la historia es reescribirla, sentenció Oscar Wilde, y en lo personal así lo creo profundamente”. (Con información de Bibliored y DW).