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Papa Francisco advierte que la sociedad “está perdiendo el corazón” viendo cómo se suceden nuevas guerras, con la complicidad, tolerancia o indiferencia de otros países

–El papa Francisco comentó que la sociedad “está perdiendo el corazón” en el mundo, ya que se suceden nuevas guerras “con la complicidad, tolerancia o indiferencia de otros países”, según menciona en la cuarta Encíclica ‘Dilexit nos’ (‘Nos amó’).

“Viendo cómo se suceden nuevas guerras, con la complicidad, tolerancia o indiferencia de otros países o con meras luchas de poder en torno a intereses parciales, podemos pensar que la sociedad mundial está perdiendo el corazón”, indicó el pontífice.

Asimismo, reflexionó sobre la necesidad de volver a lo más importante, el corazón, porque el mundo moderno favorece cada vez más el racionalismo y el materialismo por sobre el amor, lo que conduce a la desunión.

Además, Francisco llamó la atención sobre los acuciantes desafíos a los que se enfrenta la humanidad, como las guerras, la desigualdad social, el consumo desenfrenado y el uso poco ético de la tecnología.

El papa afirmó que a los hombres “nos urge acumular, consumir y distraernos, presos de un sistema degradante que no nos permite mirar más allá de nuestras necesidades inmediatas y mezquinas”.

Así, “el amor de Cristo está fuera de ese engranaje perverso y solo él puede liberarnos de esa fiebre donde ya no hay lugar para un amor gratuito”, aseguró.

Con este mensaje, Francisco insta a las sociedades a que recuperen de nuevo la importancia de los sentimientos y del corazón.

El Papa Francisco publico su nueva encíclica titulada Dilexit Nos (Nos amó) sobre “el amor divino y humano del corazón de Jesucristo”, un texto de 45 páginas en la versión en español.

“Su corazón abierto nos precede y nos espera sin condiciones, sin exigir un requisito previo para poder amarnos y proponernos su amistad: ‘nos amó primero’ (1 Jn 4,10). Gracias a Jesús “nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído” en ese amor (1 Jn 4,16)”, señala el Santo Padre al iniciar la encíclica, la cuarta de su pontificado luego de Lumen fidei (2013), escrita “a cuatro manos” con Benedicto XVI; Laudato si’ (2015), sobre el cuidado de la creación y Fratelli tutti (2020), sobre la fraternidad humana.

La encíclica tiene 5 capítulos y una conclusión: el primero se titula La importancia del corazón, el segundo Gestos y palabras de amor, el tercero Este es el corazón que tanto amó, el cuarto y más extenso es Amor que da de beber, y el quinto se llama Amor por amor.

En el numeral 14 de la encíclica, el Papa Francisco señala: “Se podría decir que, en último término, yo soy mi corazón, porque es lo que me distingue, me configura en mi identidad espiritual y me pone en comunión con las demás personas. El algoritmo en acto en el mundo digital muestra que nuestros pensamientos y lo que decide la voluntad son mucho más ‘estándar’ de lo que creíamos. Son fácilmente predecibles y manipulables. No así el corazón”.

“El corazón hace posible cualquier vínculo auténtico, porque una relación que no se construya con el corazón es incapaz de superar la fragmentación del individualismo”, afirma el Santo Padre en el numeral 17 y agrega: “anti-corazón es una sociedad cada vez más dominada por el narcisismo y la autorreferencia” que pierde la “capacidad de relaciones sanas” y se hace incapaz “de acoger a Dios”.

El Papa Francisco dedica los numerales 52 a 58 para hablar de este tema y explica que “la imagen de Cristo con su corazón, aunque de ninguna manera es objeto de adoración, no es una entre tantas otras que podríamos elegir. No es algo inventado en un escritorio o diseñado por un artista, ‘no es un símbolo imaginario, es un símbolo real, que representa el centro, la fuente de la que brotó la salvación para toda la humanidad’”.

En ese sentido, el Santo Padre refiere que “si bien el dibujo de un corazón con llamas de fuego puede ser un símbolo elocuente que nos recuerde el amor de Jesucristo, es conveniente que ese corazón sea parte de una imagen de Jesucristo. De ese modo es aún más significativo su llamado a una relación personal, de encuentro y de diálogo”.

Tras precisar que la imagen del Corazón de Jesús “debe referirnos a la totalidad de Jesucristo en su centro unificador y, simultáneamente, desde ese centro unificador debe orientarnos a contemplar a Cristo en toda la hermosura y riqueza de su humanidad y de su divinidad”.

En ese sentido, el Santo Padre explica que “no es que ante las imágenes de Cristo ‘haya que pedirles algo a ellas, o que haya que poner la confianza en las imágenes, como antiguamente hacían los paganos’, sino que ‘por medio de las imágenes que besamos y ante las cuales descubrimos nuestra cabeza y nos prosternamos, adoramos a Cristo’”.

En el numeral 67, en el tercer capítulo, el Pontífice resalta que “en el Corazón de Cristo, nos sentimos amados por un corazón humano, lleno de afectos y sentimientos como los nuestros. Su voluntad humana quiere libremente amarnos y ese querer espiritual está plenamente iluminado por la gracia y la caridad”.

“Llegando a lo más íntimo de ese Corazón nos inunda la gloria inconmensurable de su amor infinito como Hijo eterno que ya no podemos separar de su amor humano. Precisamente en su amor humano, y no apartándonos de él, encontramos su amor divino; encontramos ‘lo infinito en lo finito’”, agrega.

En la conclusión de la encíclica, el Papa Francisco escribe: “Hoy todo se compra y se paga, y parece que la propia sensación de dignidad depende de cosas que se consiguen con el poder del dinero. Sólo nos urge acumular, consumir y distraernos, presos de un sistema degradante que no nos permite mirar más allá de nuestras necesidades inmediatas y mezquinas”.

“El amor de Cristo está fuera de ese engranaje perverso y sólo él puede liberarnos de esa fiebre donde ya no hay lugar para un amor gratuito. Él es capaz de darle corazón a esta tierra y reinventar el amor allí donde pensamos que la capacidad de amar ha muerto definitivamente”.

El Pontífice destaca que “la Iglesia también lo necesita, para no reemplazar el amor de Cristo con estructuras caducas, obsesiones de otros tiempos, adoración de la propia mentalidad, fanatismos de todo tipo que terminan ocupando el lugar de ese amor gratuito de Dios que libera, vivifica, alegra el corazón y alimenta las comunidades”.

“De la herida del costado de Cristo sigue brotando ese río que jamás se agota, que no pasa, que se ofrece una y otra vez para quien quiera amar. Sólo su amor hará posible una humanidad nueva”, subraya. (Información RT y Aciprensa).