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Bogotá Ciencia y Tecnología

Crisis de agua en Bogotá: Cuanta mayor deforestación haya en la Amazonia menos agua llegará a Chingaza

–La creciente deforestación de la Amazonia, que afecta a los “ríos voladores” o corrientes de vapor de agua que transportan humedad desde la selva hasta los Andes, esenciales para la generación de lluvia en los páramos, es la causante de la disminución del volumen del agua que circula por el cauce de las cuencas de los ríos Chuza y Guatiquía y de la quebrada Piedras Gordas y de las cuales depende el agua que consumen Bogotá y otros municipios del centro del país. Así lo evidenciaron análisis de miles de datos de precipitación o lluvia, caudal y temperatura entre 1991 y 2021, que registraron reducciones de entre un 1 y 2 % anual.

El Parque Nacional Natural Chingaza, ubicado en las altas montañas de Colombia, es mucho más que un paisaje impresionante. De hecho, es la principal fuente de agua potable para millones de personas en Bogotá y municipios cercanos como Soacha, La Calera, Funza, Mosquera y Madrid. Sin embargo, depende de un equilibrio entre las lluvias –precipitaciones–, la escorrentía y la retención de humedad en el suelo, que en las últimas décadas se ha alterado, según el estudio de la ingeniera Kharoll Sofía Ávila Bonilla, magíster en Ingeniería – Recursos Hidráulicos de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL).

“Para el estudio analizamos datos de precipitación de 1991 a 2021, basándonos en los registros diarios de 22 estaciones meteorológicas dentro y en los alrededores de Chingaza, proporcionados por la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá y por el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam)”.

“De igual manera, este proceso se hizo con datos de caudal entre 1991 y 2016, seleccionando cinco cuencas, así: del costado occidental analizamos las cuencas de los ríos Chuza, Guatiquía, La Playa y la quebrada Piedras Gordas, y en el costado oriental la cuenca del río La Boca. Se trata de afluentes muy importantes porque abastecen directamente el embalse de Chuza o contribuyen indirectamente al embalse de San Rafael mediante un sistema de túneles que conecta ambos cuerpos de agua”, explica la investigadora.

Esto indican los datos
El trabajo abarcó 30 años de datos, lo que implica miles de registros que tuvieron que ser procesados y filtrados para identificar los cambios que este ecosistema estaría experimentando con el tiempo.

Los resultados mostraron que el 82 % de las series de precipitación en Chingaza no han seguido un patrón uniforme: mientras en las series de caudal se evidenciaron disminuciones de hasta el 2 % anual –un porcentaje que puede parecer menor en términos de abastecimiento a gran escala–, los cambios acumulativos se pueden tornar críticos en las próximas décadas.

“El caudal medio de las cuencas de los río Chuza y Guatiquía y la quebrada Piedras Gordas sí ha disminuido de manera preocupante, especialmente entre mayo y agosto, cuando tradicionalmente el páramo recibe su mayor aporte de humedad desde la Amazonia. La disminución del bosque estaría afectando las corrientes de vapor de agua que transportan humedad desde la selva hasta los Andes, y por lo tanto alterando la disponibilidad del recurso hídrico en el páramo”, menciona la magíster.

Esta relación no es descabellada, ya que en 2023 el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible presentó un análisis sobre dos décadas de deforestación, entre 2001 y 2021, que reveló la pérdida de 3.182.876 hectáreas de bosques en todo el país, de las cuales 1.858.285 hectáreas (58 %) correspondían a la Amazonia colombiana.

Otro aspecto importante es que la disminución de agua no solo se explica por las alteraciones en las lluvias, sino también por otros factores menos visibles pero igualmente determinantes para estos ecosistemas de alta montaña, como por ejemplo la precipitación horizontal, que incluye fenómenos como la niebla y la condensación del agua en la vegetación, una fuente de humedad que a menudo no es captada por los métodos tradicionales de medición.

Por eso la ingeniera enfatiza en que “es necesario fortalecer los sistemas de monitoreo y expandir el análisis a otras variables importantes como la precipitación horizontal y los cambios en la cobertura vegetal. Solo así se podrá comprender a fondo la magnitud del problema y diseñar estrategias efectivas para enfrentarlo”.

La investigación también evidencia el aumento de la evapotranspiración, es decir la cantidad de agua que se pierde por evaporación y transpiración de la vegetación. Este proceso ha registrado un incremento de 6 mm por década, lo que significa que cada vez queda menos agua disponible en los suelos y fuentes hídricas del páramo. Si a esto se suma la disminución en las entradas hídricas a Chingaza, el riesgo para el abastecimiento de agua en Bogotá y municipios aledaños se hace más evidente.

“Aunque las precipitaciones pueden parecer estables en algunas zonas, la reducción de la cobertura vegetal del bosque amazónico y el aumento de la temperatura pueden estar alterando la cantidad de agua que realmente llega a los ríos y embalses”, precisa la ingeniera.

Estas tendencias se identificaron en la temperatura, la evapotranspiración, los caudales y las precipitaciones. La magíster relata que en su estudio aplicó pruebas estadísticas como Mann-Kendall y Sen´s Slope, las cuales, ingresando esa gran cantidad de datos de 1991 al 2021, detectaron los cambios en los datos, en algunos casos con un patrón uniforme.

También incluyó la aplicación de la herramienta hidrológica marco de Budyko, una metodología que evalúa el balance hídrico en cuencas hidrográficas. Fue precisamente en este proceso que la investigadora identificó las alteraciones en la relación entre la precipitación, la escorrentía y la evapotranspiración, que sugieren que las modificaciones en el ciclo del agua no solo responden a factores climáticos sino también a cambios en la cobertura del suelo, como la deforestación en la Amazonia.

Los datos de cobertura y uso del suelo obtenidos a través de MapBiomas mostraron una correlación alta entre la pérdida del bosque amazónico y la reducción de los caudales en Chingaza, con coeficientes de Spearman de 0,80 y 0,64.

Con la materialización de este estudio la egresada de la UNAL manifiesta que es evidente la necesidad de implementar medidas de mitigación y adaptación para garantizar el abastecimiento de agua a largo plazo. “El cuidado del ecosistema de Chingaza y la reducción de la deforestación en la Amazonia deben ser prioridades en las estrategias de gestión del recurso hídrico”, subraya. (Información y foto Agencia de Noticias UNAL).

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