La música colombiana necesita evolucionar para poder comunicarse con las generaciones contemporáneas
Por: Jorge Consuegra (Libros y Letras)
– ¿Qué es lo más lejano que recuerda con la música colombiana?
– Creo que lo más lejano son los conciertos de mi papá, a los que me encantaba asistir, pero era tan chiquita que no aguantaba hasta el final, y siempre me quedaba dormida. Y cómo de alguna manera cuando fui creciendo, nadie me enseñó las canciones y yo ya las sabía de memoria, sin entender porqué. Siempre estuve conectada a ella.
– ¿Cómo empezó con la música?
– Empecé a cantar a las dos años con el coro de mi papá (en su época La Clave, hoy es Crescendo Arte). Allí grabé un disco con ellos y canté mi primer solo a los dos años cuando aún hablaba a media lengua. Cantábamos en las Navidades, para matrimonios y en conciertos. Estuve ahí hasta los 18 años.
– ¿Cuáles fueron sus primeras manifestaciones musicales?
– Imitando a mi abuela paterna en su canto. Siempre le decía a mi mamá: “Mira, así canta la abuela” y cantaba imitando su vibrato y sus melodías. Debía tener unos 3 años. Allí mis papás supieron que llevaba el canto en la sangre.
– ¿Quiénes fueron sus maestros iniciáticos?
– Empecé tomando clases de guitarra a los 9 años en la academia de mi papá. Luego a los 11 empecé canto en el mismo lugar, entrenando con cantantes de ópera como Marisa Pérez. A los 16 comencé con el maestro Ramón Calzadilla, con el cual me encaminé por el canto lírico. Y más adelante me enfoqué al canto popular con Mónica Giraldo y Patricia Moncayo.
– ¿Por qué tanto afecto por la música colombiana?
– Sin duda, mi padre ha sido una gran influencia para mí hacia la música andina colombiana. En el coro siempre cantábamos bambucos y nos inculcaban el amor hacia nuestra música. Acompañaba a mi papá a conciertos, festivales y tertulias y siempre me gustaba. A los 18 tomé la decisión de involucrarme más con ella, participando en el Festival Mono Núñez, donde representé a Bogotá. Y desde entonces no he parado de interpretar estos ritmos. Me hacen vibrar, y al escuchar el tiple, se me acelera el corazón, sintiendo un orgullo infinito por nuestra cultura.
– ¿A quiénes ha seguido como grandes intérpretes de nuestra música?
– Al maestro Jaime Llano González y a la maestra Ruth Marulanda, grandes amigos de mi padre. También conocí a Matilde Díaz, a quien mi papá acompañaba de vez en cuando en el órgano, y siempre admiré. Al gran Víctor Hugo Ayala, con quien todavía tengo mucho contacto. Y por supuesto en la voz femenina a María Isabel Saavedra, a quien no sólo admiro por su voz sino también por su trabajo de composición.
– ¿Los nuevos ensambles o propuestas le ayudan a la música colombiana?
– Claro que sí. Todo lo que proponga nuevas ideas, considero son importantes para nuestra música. Ella necesita evolucionar para poder comunicarse con las generaciones contemporáneas. Y adaptarse a nuevos lenguajes con los cuales la gente se identifique más, sin necesidad de olvidarse de nuestra tradición.
– ¿Por qué crees que no hay tanto apoyo a nuestra música y sí a la foránea?
– Considero, en primer lugar, que la cultura en Colombia y en muchos países de Latinoamérica, es una cultura fiestera. Tiene más posibilidades de ser popular un grupo o cantante que presente canciones para la fiesta, que algo más íntimo y romántico. Esto ya es para un grupo más selecto de personas. No creo que dependa del origen o nacionalidad del grupo. En segundo lugar, sí considero que por alguna extraña razón, cuando uno se va del país, empiezan a abrirse más puertas en él. La gente empieza a creer más en uno y su trabajo, y de alguna manera eso me hace pensar que en Colombia se cree más en lo de “afuera” que en lo propio. Falta creer en nuestro potencial.
– ¿Cómo surgió el primer trabajo discográfico?
– Mi primer disco, “Laura Kalop”, surgió como el proyecto de grado de la universidad. Siempre pensé que la pasión que tengo por el pop y el amor por la música andina colombiana, debían poderse unir de alguna forma. Y así comencé a componer bambucos, pasillos, guabinas y torbellinos a mi manera. Finalmente nació mi primer disco, con el cual obtuve Mención de Honor el día de mi graduación.
– ¿Cómo empezó a estructurar trabajo que ahora presenta?
– Mi nuevo disco “Raíz”, es el resultado de todos estos años interpretando música andina colombiana, en conciertos y festivales. La iniciativa fue de mi papá y productor del disco: Raúl Castaño. Estando en Nueva York, me llamó un día y me dijo que había reunido a sus amigos y grandes maestros para empezar a grabar: Henry Cuevas, Carlos Renán González y Mauricio Acosta. El repertorio es el mismo que llevamos al Festival Mono Núñez cuando tenía 18 años, con algunas canciones extra. Y así, cuando vine de vacaciones en Junio (y de paso a promocionar el último video que grabé en Nueva York), terminamos de grabar el disco. Todo el proceso fue muy natural, y lo disfrutamos a cada paso.
– ¿Cuál fue el mayor obstáculo de este trabajo?
– Creo que en el proceso final, de definir el arte, y aprobar mezcla y masterización, el estar lejos. Yo estaba en Nueva York, trabajando y estudiando, pero al mismo tiempo llegaba a la casa a oír el disco con cuidado, para asegurarme que todo quedara lo mejor posible. Pero no fue un gran obstáculo, ya que como dije anteriormente, todo el proceso ha sido increíble y muy natural.
– ¿Cómo es su actividad en Nueva York?
– En Nueva York estudio una maestría en la Universidad de Nueva York en canto con énfasis en Teatro Musical. Adicional a eso he cantado en distintos lugares, como bares y festivales de música colombiana (El Encuentro), y trabajo en un teatro latino (Teatro SEA), el cual trabaja para conservar la música latina en la comunidad, y revive musicales para niños latinos en español.
– ¿Hay más opciones musicales allá que en nuestro país?
– Hay mucho por hacer en ambos lugares. Empezar de ceros en Nueva York no ha sido fácil, pero con el tiempo se han abierto más puertas. Es un lugar muy diverso y dinámico, y seguro hay posibilidades que de pronto acá no las hay, como estar más cerca a grandes productores y grandes músicos. Pero al mismo tiempo en Colombia hay mucho por hacer, por crear y fortalecer. Y es una de mis metas cuando acabe de estudiar. Colombia necesita de las nuevas generaciones para fortalecerse en cultura y proactividad y así, evolucione en identidad y nación.
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